Más allá de la costumbre de acuñar etiquetas para definir a grupos de personas por determinadas características, sí debemos admitir que es todo un reto formar a la actual generación de niños, adolescentes y jóvenes. Nos referimos a la llamada “generación de cristal”.
Y no hablo de insistir en el modelo educativo que se ha impuesto durante décadas. Tampoco de que nuestros niños y jóvenes den continuidad a la forma de pensar y percibir la vida de nosotros, adultos y mayores de hoy. Sino, más bien, de proporcionarles herramientas básicas para afrontar esta época de cambios culturales imparables, marcados en buena medida por los avances tecnológicos y comunicacionales. Entre estas herramientas, sin duda, debe estar una correcta gestión de las emociones.
¿A qué se llama generación de cristal?
Hace diez años, la filósofa catalana Monserrat Nebrera propuso en un artículo el término generación de cristal. Con este, quiso referirse a quienes nacieron poco antes y después del año 2000. Individuos que, según ella, podrían “llegar a ser más frágiles, inestables o inseguros” en lo emocional. Desde su perspectiva, este grupo etario tiende a desarrollar poca tolerancia a la crítica, a puntos de vista contrarios, al rechazo y a la frustración. Nebrera apunta como origen de estas actitudes a la crianza de estos niños y jóvenes por padres que vivieron tiempos de crisis y trabajaron duro para evitar que les faltase algo, como les ocurrió a ellos.
Las personas mayores describen a los jóvenes actuales como muy volubles y sensibles. Asimismo, aseguran que estos tienen un exagerado sentido de lo políticamente correcto. Del mismo modo les tildan de impacientes, debido la costumbre de obtener información, tramitar diligencias y realizar compras con rapidez a través de Internet.
Al respecto, la psicóloga checa Lucie Sara Zavodna prefiere hablar de un rasgo de personalidad conocido como sensibilidad de procesamiento sensorial (SPS). Este consiste en la capacidad de procesar estímulos e información con mayor fuerza y profundidad que otras personas. Incluso, los niños y jóvenes de hoy pueden manifestar niveles más altos de empatía y reactividad emocional. Así como también, adquieren más conciencia de las sutilezas del ambiente que les rodea y una facilidad para la sobreestimulación. Esta última se debe a un sistema nervioso central más sensible.
Si bien esta característica de la personalidad deviene en una actitud positiva como la empatía, también afecta de forma negativa la calidad de vida y el desenvolvimiento de la persona. Una investigación dirigida por Zavodna demostró que el SPS es un factor de riesgo para la salud mental, por la posibilidad de producir depresión y ansiedad.
Sobreprotección e Internet, ¿causas de la “fragilidad” de la generación de cristal?
Estoy de acuerdo con Jessica Mejías, directora del programa de Psicología de Areandina en Valledupar (Colombia). Ella dice que, aunque a la generación de cristal se le señale de quejarse constantemente y de tolerar poco la frustración, también manifiesta su inconformidad con los parámetros establecidos y no teme revelarse ante las injusticias. Por tanto, no deberíamos hablar de niños y jóvenes frágiles, sino de personas que crecieron en un contexto en el que se acepta manifestar vulnerabilidad. Menos aún podemos decir que son débiles, ya que a diferencia de generaciones anteriores, no tienen miedo de cuestionar lo que creen que está mal. “Han sido una generación a la que padres y cuidadores le expresan el afecto de forma más abierta con palabras de amor y aprobación”, dice Jessica. De allí, que la crítica más habitual a estos chicos y chicas sea precisamente la sobreprotección durante su crianza.
Esta tiene origen en el cambio de criterios respecto a la educación por parte de sus padres, quienes han demostrado a sus hijos amor con más frecuencia y naturalidad. Contrario a lo que ocurría con las generaciones anteriores, cuya crianza fue más severa y fundamentada en el orden y la enseñanza de valores. En esta situación, expresar afecto y aprobación era visto como signo de debilidad. En efecto, hablamos de épocas y generaciones totalmente diferentes. Pero una crianza poco permisiva no hace más fuerte a una persona; ni una educación basada en emociones le hace más débil.
Es cierto que la interacción social de los integrantes de la generación de cristal se da en buena parte mediante por medio de Internet. Sin embargo, esto les hace más participativos y activos en causas sociales. Motivo por el que deben lidiar con la crítica social, las presiones de grupo y la reprobación a nivel global.
Educar las emociones es el reto
Pese a lo popular que se ha vuelto el concepto de la inteligencia emocional, su aplicación en el sistema educativo aún es incipiente. Concienciados en que hemos educado en emociones, los padres de estos niños, adolescentes y jóvenes somos los llamados a ayudarlos a gestionar esa sensibilidad especial. De esta manera, podrán evitar las reacciones emocionales negativas ante estímulos y desafíos diarios, para sustituirlas por otras más constructivas. Esta es una forma efectiva de salir de esos bucles de angustia, depresión o ira en el que suelen caer.
Desde mi punto de vista, esta no es una generación de cristal. Es una generación maravillosa capaz de hacer de este un mundo mejor, si los adultos y mayores aprendemos a canalizar su emotividad. Si necesitas ayuda en este sentido, puedo ayudarte. Mi nombre es Mercedes Cimas y soy psicóloga clínica con más de 15 años de experiencia. Soy especialista en terapia indirecta para adolescentes, siguiendo un esquema de tratamiento breve, personalizado y eficaz. Mi consulta está en Palma de Mallorca pero atiendo a personas de toda España en modalidad online.